5745 kilómetros. Tour de Francia de 1926: Sálvese quien pueda.
- La Ronde
- 21 jul
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El Tour de Francia, la carrera ciclista por etapas más prestigiosa del mundo, ha sido históricamente una prueba de resistencia sin igual. A lo largo de sus más de cien años de historia, algunas ediciones se han grabado a fuego en la memoria colectiva por su brutalidad y las condiciones extremas a las que sometieron a los ciclistas.
Entre ellas, el Tour de Francia de 1926 destaca como una de las más duras y legendarias, una verdadera odisea de supervivencia que llevó a los participantes al límite absoluto de sus capacidades.
Un Recorrido de Distancia Récord y Desgaste Implacable
La edición de 1926 del Tour de Francia ostenta el récord de ser la más larga de la historia de la carrera, con un recorrido total de 5745 kilómetros distribuidos en 17 etapas. Esta distancia, impensable para los estándares del ciclismo moderno, ya presagiaba una prueba de resistencia sin precedentes. La velocidad media de la carrera fue de apenas 24.064 km/h, un reflejo de las condiciones precarias de las carreteras y la magnitud del esfuerzo requerido.
La carrera comenzó el 20 de junio en Évian-les-Bains, fuera de París por primera vez, con los ciclistas siendo trasladados en tren hasta el punto de partida. Tomaron la salida un total de
126 ciclistas, de los cuales 44 formaban parte de equipos patrocinados y 82 eran "touriste-routiers" o corredores independientes, sin el apoyo de ninguna estructura de equipo.
La Infame Etapa de los Pirineos: Bayona-Luchon
Si bien todo el Tour de 1926 fue una prueba de desgaste, la décima etapa, disputada el 6 de julio entre Bayona y Luchon, se convirtió en un capítulo particularmente infame de la historia del ciclismo. Esta jornada, de 326 kilómetros, atravesaba los imponentes Pirineos, ascendiendo cimas míticas como el Aubisque, Tourmalet, Aspin y Peyresourde.
Lo que ya era un recorrido formidable se transformó en una auténtica pesadilla debido a una gran tempestad de lluvias que convirtió las carreteras en un "lodazal". Las condiciones eran tan extremas que el ganador de la etapa, Lucien Buysse (quien también sería el vencedor final del Tour), tardó 17 horas en cruzar la línea de meta en Luchon. El último ciclista en completar esta etapa lo hizo después de 24 horas sobre su bicicleta.
De los 126 ciclistas que iniciaron el Tour, solo 31 lograron terminar esta etapa dentro del primer tiempo oficial.
Debido a las condiciones excepcionalmente duras de esa jornada, con una gran tempestad de lluvias que convirtió la carretera en un lodazal, los oficiales de la carrera decidieron extender el límite de tiempo permitido para finalizar la etapa.
Se permitió a los ciclistas un 40% más de tiempo que el ganador para poder continuar en la competición.
Esta medida permitió que más corredores, que de otra manera habrían sido descalificados por exceder el tiempo límite, pudieran seguir en carrera. De hecho, a medianoche de ese día, 47 ciclistas habían llegado a la meta, algunos incluso en autobuses, y la organización decidió aplicar esta regla de tiempo extendido.
La décima etapa del Tour de Francia de 1926 se disputó el 6 de julio. La undécima etapa, de Luchon a Perpiñán, tuvo lugar el 8 de julio. Esto significa que el 7 de julio fue un día sin competición, lo que permitió a los corredores recuperarse de la brutalidad de la jornada pirenaica.
En aquellas ediciones tan tempranas del Tour, los días sin carrera eran cruciales para la supervivencia de los ciclistas, especialmente después de etapas tan largas y en condiciones tan precarias. Aunque no siempre se denominaban "días de descanso" de la misma manera formal que hoy, funcionaban como tales, permitiendo a los corredores reponer fuerzas o realizar traslados necesarios antes de la siguiente prueba.
Una Tasa de Abandono Brutal
La dureza general de la carrera y las condiciones extremas de etapas como la de Bayona-Luchon se reflejaron en una tasa de abandonos asombrosa. De los 126 ciclistas que tomaron la salida en Évian-les-Bains, solo 41 lograron llegar a París el 18 de julio. Esto significa que más del 67% de los participantes no pudieron completar la prueba, un testimonio elocuente de la brutalidad de aquella edición.

A pesar de las adversidades, el ciclista belga Lucien Buysse se alzó con la victoria en el Tour de Francia de 1926, con un tiempo total de 238 horas, 44 minutos y 25 segundos. Su triunfo en una de las ediciones más exigentes de la historia consolidó su leyenda en el ciclismo.

El Tour de Francia de 1926 no fue solo una carrera ciclista; fue una epopeya de resistencia, un desafío titánico contra la distancia, el terreno y los elementos. Las estadísticas de kilometraje, la velocidad media y, sobre todo, la abrumadora tasa de abandonos, pintan un cuadro de una competición que exigía no solo una forma física excepcional, sino también una fortaleza mental y una capacidad de sufrimiento casi sobrehumanas.
Esta edición permanece como un recordatorio vívido de los orígenes del ciclismo de Gran Vuelta, donde cada kilómetro era una batalla y cada ciclista, un héroe.